Caries en los dientes: qué son y cómo prevenirlas
¿Qué son las caries?
El esmalte que recubre nuestros dientes es un material sorprendente, casi tan duro como un diamante y, al mismo tiempo, poroso. Es el mineral más fuerte de nuestro organismo, más incluso que el que compone nuestros huesos y protege la estructura interna de los dientes al tiempo que nos permite masticar los alimentos. Pero hay que saber cuidarlo, y si consultamos los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no lo estamos haciendo demasiado bien: el 95% de la población mundial padece enfermedades bucodentales, especialmente, la que ataca directamente al esmalte dental, la caries.
Una caries no es otra cosa que una infección bacteriana en un diente. En nuestra boca conviven bacterias buenas y bacterias no tan buenas. Las conocemos con el nombre de placa bacteriana. Cada vez que comemos, los azúcares que ingerimos, si no son “removidos” con una buena higiene oral, permanecen en la boca y son metabolizados por esta placa bacteriana produciendo unos ácidos que hacen que el pH de la boca descienda y se produzca la paulatina desmineralización del esmalte dental. Es un proceso lento, pero que si no se ataja a tiempo, puede llegar a “romper” por completo el esmalte y hacer que esos mismos microbios accedan al interior del diente.
¿Se pueden prevenir?
El primer paso para no tener caries es mantener una correcta higiene bucodental. Pero no es el único. Al cepillarnos los dientes después de las comidas durante al menos dos minutos, con la técnica adecuada y usando una pasta de dientes con flúor, conseguimos no sólo remover las bacterias cariógenas adheridas a la superficie del esmalte, sino que contribuimos a la remineralización del esmalte dental.
Pero las bacterias cariógenas, que suponen el 20 % de la flora oral, son solo una de las partes del problema. Existen otros factores que contribuyen a la aparición de las caries y que también podemos controlar (desafortunadamente, otros como, el consumir medicación que produzca sequedad en la boca o padecer enfermedades que nos hacen más propensos a las caries, como la diabetes, no son eludibles). El principal, y el más sencillo de controlar, es nuestra dieta. Lo que comemos influye directamente en la salud de nuestros dientes: por una parte, porque pueden ser productos dañinos para nuestro esmalte dental, como los azúcares que “alimentan” a la bacterias nocivas o los ácidos que lo erosionan; y por otra, porque pueden aportar vitaminas y minerales que fortalecen los dientes. Tomar lácteos, consumir pescado azul habitualmente e ingerir cinco raciones diarias de fruta y verdura son buenos ejemplos de alimentación anticaries.
El último factor que ayuda a mantener las caries a raya es visitar de forma periódica al dentista. España sigue siendo uno de los países de Europa en los que con menos frecuencia se visita al dentista y en la actualidad tan solo el 65% de las personas lo hace una vez al año. De hecho, cerca de un 30% de los españoles reconoce que sólo acude a una clínica dental cuando el daño ya está hecho y algo empieza a doler. Una tendencia que debe cambiar, ya que el dentista puede detectar las caries antes de que vayan a más, cuando son sólo una pequeña mancha blanquecina en nuestro esmalte, y se pueden solucionar de forma sencilla (y económica).
¿Cómo se trata una caries?
Si la caries ha progresado en nuestra boca y no nos hemos dado cuenta, lo habitual es que nos enteremos cuando aparece el dolor. Ese dolor implica que hay un problema que sólo el dentista puede resolver. ¿Cómo? Pues, habitualmente, con un empaste y, si la infección ha afectado al nervio del diente, con una endodoncia.
Los empastes sirven para reemplazar el tejido destruido por un material nuevo. Antes ese tejido se sustituía por una amalgama de plata con mercurio, que no sólo era poco estético, sino que podía dar problemas a personas con alergia a este mineral. Ahora estas amalgamas se realizan con resinas sintéticas, intentando que sean lo más parecidas a la coloración natural del diente, y de las que no se tiene noticia de que hayan provocado ningún problema.
Caries y embarazo: ¿me tengo que tratar?
Ya no debemos creer que cada embarazo cuesta un diente, como decían nuestras abuelas, pero de lo que tampoco cabe duda es de que estar embarazada afecta a la salud bucodental. El embarazo provoca una serie de cambios hormonales que pueden incrementar el riesgo de sufrir infecciones como la caries. Por ejemplo, se ha comprobado que en las gestantes se produce un cambio en la composición de la saliva, la cual se acidifica en el último trimestre y durante la lactancia. Y que los vómitos y las náuseas, especialmente durante el primer trimestre, no sólo incrementan la presencia de ácidos en la boca que dañan el esmalte dental, sino que dificultan la higiene y el cepillado de los mismos.
¿Qué se puede hacer ante esta situación?
Pues además de cuidar la dieta y extremar la higiene durante todo el embarazo, a partir del segundo trimestre del mismo se puede acudir al dentista a hacerse un chequeo e, incluso, tratar las caries antes de que nazca el bebé.
¿Por qué antes del nacimiento?
Porque hoy sabemos que con el embarazo no se pierden dientes, pero también se ha demostrado que tener caries activas es un factor de riesgo para que esas bacterias cariógenas agresivas lleguen hasta la boca del bebé al besarle, al hablarle, al soplarle la comida… si queremos que nuestros hijos tengan una boca sana, debemos empezar por las nuestras.
¿Las caries en los dientes de leche importan?
A la pregunta “¿cuándo puede tener un niño caries?”, la respuesta es sencilla: en cuanto tenga dientes. La caries es la enfermedad crónica más frecuente en los niños, con una prevalencia cinco veces superior, por ejemplo, a la del asma. Y es una enfermedad crónica muy importante.
Sufrir caries a una edad temprana puede provocar, entre otros inconvenientes, problemas de espacio cuando erupcionen los dientes definitivos, por lo que es fundamental mimar los dientes de leche. Estos primeros dientes son más frágiles que los de los adultos y hay que protegerles de las bebidas azucaradas; prohibido que un niño se duerma con el biberón con leche o su zumo favorito en la boca, hay que limpiarlos desde que erupcionan (con una gasita cuando son bebés y con cepillo y pasta desde los tres años) y hay que dejar que un odontopedriatra los revise a partir del primer año.